Cuando las empresas cambian de cara

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Cuando las empresas cambian de cara

Uno de los últimos que nos ha sorprendido ha sido el de Instagram. La red social ha dado carpetazo a su ya icónica cámara de inspiración retro para dar paso a uno más sencillo en el que juega con esa misma idea pero únicamente a partir de unos simples trazos y un juego de colores.

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Cambiar el aspecto del logotipo con el que el público identifica a una marca determinada es algo corriente y hasta necesario en la mayor parte de los casos. Esa transformación externa se debe en muchos casos a un cambio más profundo de la entidad, un nuevo paradigma en su identidad, en su estrategia corporativa, en sus intereses o en sus valores. Y nada mejor para anunciar esos nuevos aires internos que con una nueva imagen externa, la primera que llega a la retina de los usuarios.

Esos logotipos que representan la identidad de una marca son la manera más directa de llegar a su personalidad. Y en ocasiones son un símbolo tan identificable por el público que una intervención sobre ellos termina siendo un error. Sobre todo cuando se lleva a cabo sin una planificación correcta. Es lo que le ocurrió, por ejemplo, a Gap, un gigante de la industria textil, que hace unos años, inmersa en una importante crisis, planteó un cambio de identidad que no despertó sino polémica.

logo gap

Ni los consumidores, que pronto mostraron su rechazo al nuevo logo a través de blogs y redes sociales, ni los expertos encontraron nada positivo a un logotipo en el que la personalidad adquirida durante décadas se diluía hasta quedar en nada. logokraftLas voces críticas pusieron en alerta a la empresa, que primero anunció una suerte de ‘concurso de ideas’ para encontrar un diseño alternativo al propuesto para, solo unos días después, abortar por completo el plan y renunciar a ningún nuevo logotipo. Algo similar ocurrió con Kraft, que también se vio obligada a dar marcha atrás a su plan de cambio de logo después de que el diseño elegido no tuviera la acogida deseada. Al final, un leve rediseño del antiguo fue la solución adoptada.

 

Los cambios, por supuesto no son casi nunca tan dramáticos como estos casos, quizás algo extremos. A lo largo de toda una vida, a veces con éxito, a veces con más dificultades, la personalidad de una empresa cambia necesariamente, se amolda a un mercado en transformación y a un nuevo escenario comercial. Si nos ceñimos al ámbito meramente tecnológico, ahí tenemos el caso de Apple, por ejemplo, cuya inconfundible manzana era apenas un diminuto detalle en el primer logotipo de la compañía, allá a mediados de los años 70. Ejemplos como este, claro, hay para todos los gustos.

Mucho menos habitual es el de los irreductibles, el de los que se mantienen fieles a su identidad y a una larga tradición y se aferran a una imagen que se mantiene inmutable (o casi) durante décadas. La V y la W de Volkswagen, así, apenas han variado con el paso de los años, y desde 1960 se puede decir que el logotipo es prácticamente idéntico. Aquí lo tenéis.

vw

 

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