Cobayas en Facebook

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El ‘Gran Hermano’ de la novela 1984 vigilaba de manera implacable a los ciudadanos de una sociedad maniatada y carente de cualquier atisbo de libertad. En este siglo XXI donde el concepto de ‘Gran Hermano’ ha mutado su significado para referirse a un popular concurso de televisión, aparecen de vez en cuando noticias que nos recuerdan esa otra figura omnipotente y ubicua imaginada por George Orwell.

Y no nos tenemos que ir a las continuas informaciones sobre prácticas de espionaje masivo que llevan a cabo gobiernos como el de Estados Unidos. Las redes sociales, espacios a los que cedemos de manera libre y voluntaria infinidad de datos privados, nos sorprenden también de vez en cuando con cosas como la del experimento que ha salido ahora a la vez y que atañe a Facebook. Cerca de 700.000 usuarios de la red de Mark Zuckerberg fueron usados como verdaderos conejillos de indias en un experimento que en 2012 puso a prueba, sin que ellos lo supieran, sus emociones. Durante varios días las actualizaciones que vieron en sus muros estuvieron previamente filtradas para que tuvieran un sesgo marcadamente positivo o negativo. El objetivo era descubrir si su comportamiento en la red social se vería marcado de alguna forma ante esta exposición dirigida a provocar un determinado estado de ánimo.

Al margen de las conclusiones obtenidas (no es necesario el contacto personal para la transmisión de sentimientos y los textos que leemos en las redes influyen en nuestro estado de ánimo) y del uso debido o indebido de Facebook de la base de datos de sus usuarios, la noticia sé debería servir, al menos, para reflexionar acerca de nuestro comportamiento en nuestra vida online. Para comprender quiénes somos en las redes sociales y qué uso hacen las redes de los datos que compartimos en ellas, de nuestros filias y fobias, de nuestros deseos y sentimientos. Evidentemente, cuestiones como estas son excepciones y por ello llaman más la atención, como lo hacen los insultos o las amenazas vía Twitter o cualquier otra red social. Pero ni siquiera el hecho de representar una excepción debería hacernos desviar la mirada de hechos que no van más allá de la mera anécdota pero que pueden darnos una idea de hacia dónde podrían dirigirse las redes en un futuro.

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