Brecha digital-nación

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Brecha digital-nación

Hay triángulos amorosos que funcionan a la perfección, y uno de ellos es el que relaciona la economía digital, el Producto Interior Bruto (PIB) y el desempleo. Según han demostrado ya las economías avanzadas, esa relación no solo existe, sino que se puede medir. Así, un aumento de un 10% en el índice de digitalización de un país genera un incremento de un 0,75% en el PIB per cápita y un descenso del 1,02% en la tasa de paro.

Y que sean las economías avanzadas quienes puedan dar fe de ello es a la vez una buena y una mala noticia. Buena, porque demuestra que hay una camino abierto hacia la prosperidad económica mediante la apuesta tecnológica. Mala, porque significa que hay países, regiones enteras incluso, que aún no se han sumado a esa tendencia. Quizá por ello no es evidente para sus Gobiernos que el amante tecnológico es necesario para el buen funcionamiento del matrimonio PIB-paro.

Cuando cada año se repasan las listas de las empresas más importantes de cada territorio o cada continente, es fácil comprobar qué países cuentan con más empresas en el sector tecnológico: generalmente, los que destacan también por ser los más desarrollados. En Estados Unidos se concentran las 10 mayores empresas cotizadas del mundo, y 5 de ellas son tecnológicas.

En Europa, mientras,  los legisladores tratan de regular los nuevos sectores para que no se cometan acciones abusivas amparadas en los vacíos legales que genera, precisamente, la evolución tecnológica. Que está bien. Pero se producen importantes paradojas. Por ejemplo, que de las 5 empresas de Estados Unidos que han cambiado el mundo por sus normas de responsabilidad social corporativa, resulta que tres son Google, Cisco Systems y Facebook. O que WhatsApp sea un proyecto que toma sus beneficios en caladeros ajenos (Europa) mientras se lleva el pescado a su país (Estados Unidos) con unos procedimientos alejados de la normativa que regula a las ‘telecos’ en el Viejo Continente.

Sospechamos que en esto de las regulaciones legales la voluntad de impulso a un sector emergente se topa, a menudo, con las presiones de los viejos modelos, y lo que iba a ser una normativa para el despegue de una nueva economía se convierte en un texto proteccionista para la existente. ¿Cómo explicar desde el impulso a lo digital que en España un libro en papel tenga el IVA reducido y un libro digital pague el 21%?

En Europa estamos perdiendo el tren. En España todavía no hemos logrado vencer la brecha digital-nación, con lo que nos va en ello.

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