Redlato: capítulo 16

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Redlato: capítulo 16

Existen dos salidas para Durruti ahora mismo: cambiar de dueños o volver al taller con Pascual y Martín. Lee el punto exacto del Redlato en el capítulo 16:

El argumento de la joven desarmó por unos instantes al mecánico. Hasta donde él alcanzaba a comprender, poco tenían de semejante un perro y un cerdo, más allá de que se movieran a cuatro patas. Aunque, bien mirado, el tiempo que Durruti había pasado en el taller, acudiendo a la mano de quien le ofreciera una migaja de pan con ese trotecillo que despertaba sus carcajadas lo aproximaba, y mucho, a la idea que tenía de los chuchos.

-Mire, señorita. Entiendo que le pueda coger a un cochino el cariño que guarda por un perro, pero las cosas no son así. Aquí el muchacho y yo hemos alimentado al cerdo y ahora ha llegado la hora de que nos devuelva el favor. Así que, si no le importa, nos lo llevamos.

Martín apenas escuchaba ya la conversación entre Pascual y la joven del banco. Se había perdido en el interior de sus ojos y ahora era incapaz de encontrar el camino de salida. Voces amortiguadas resonaban en su cabeza, aunque no llegaba a comprender el sentido de las palabras.

-Vamos Martín. Agarra al cerdo y tira delante de mí. Y esta vez no te voy a quitar ojo de encima. Así que venga, al taller. Martín, ¿me estás escuchando, hijo? No sé qué le pasa, parece tonto.

El insulto sacó a Martín de su ensimismamiento y entendió toda la situación.

-La señorita tiene razón. Ya no es un cerdo cualquiera. Tiene un nombre. Es Durruti.

Pascual no salía de su asombro. Definitivamente al chaval se le habían fundido los plomos.

-Muy bien, pues ahí te quedas. No necesito tu ayuda.

La voz dulce pero firme de la joven resonó de nuevo.

-No tienen por qué discutir. Si quieren, les compro el cerdito.

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