Radiografía (poco favorable) de los candidatos a las elecciones al Parlamento Europeo
Cuando queda apenas una semana para la cita con las urnas, los candidatos a las elecciones al Parlamento Europeo apuran actos de campaña e intervenciones en los medios de comunicación más diversos. Las redes sociales, en especial Twitter, forma parte también de esa arena en la que los contendientes luchan voto a voto por la victoria final.
Un estudio realizado por la consultora Porter Novelli a través de PNSonar trata de aclarar la manera en la que partidos y candidatos emplean esta herramienta, de inmensas posibilidades si se explota de la manera adecuada. Pero, a tenor de los datos recogidos durante los primeros días del mes de mayo, los cabezas de lista de las distintas formaciones no han interiorizado demasiado bien las claves de esta red.
En general, esos perfiles de Twitter (algunos creados de manera expresa para la cita electoral) sirven de meros altavoces de los políticos, que dedican poco tiempo a conversar con sus seguidores y posibles votantes. Únicamente Josep Maria Terricabras (Esquerra pel Dret a Decidir) y Josu Juaristi (Los Pueblos Deciden) dedican más de un 10 por ciento de sus tuits a conversar con los electores. Una proporción de la que se queda cerca Elena Valenciano (PSOE). Por el contrario, dos candidatos seguían en el momento del estudio sin haber interactuado ni una sola vez con sus seguidores (Alejo Vidal-Quadras, de Vox, y Miguel Arias Cañete, del PP), y relativamente poco lo había hecho también, por ejemplo, Pablo Iglesias, de Podemos.
La frecuencia con la que se tuitea es otro de los indicadores que hablan de la importancia que dan a este canal los políticos. En este caso, llama la atención las extremas diferencias entre las más de 80 actualizaciones diarias de Jordi Sebastiá (Primavera Europea) y las apenas tres de Arias Cañete.
El estudio se detiene también en la popularidad de los candidatos, en función del número de seguidores (en este sentido, Iglesias aprovecha su experiencia en Twitter y su presencia habitual en televisión para distanciarse del resto de contendientes).
En un clima en el que la clase política no es especialmente reconocida por parte de los ciudadanos, olvidarse de ellos en una red construida para el diálogo como es Twitter quizás no sea la mejor de las soluciones. Utilizar este canal como mero instrumento para difundir las propias ideas (hasta el 90 por ciento del contenido en algunos casos no se sale de esta línea) no debería en ningún caso ser la conducta habitual de quienes aspiran a representar a la ciudadanía. Escuchar sus propuestas y mostrarse abiertos a debatir las ideas con ellos, en un diálogo abierto, sí tendría que ser la norma de políticos que aspiran a granjearse el favor de los electores y ganarse su voto.
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