Las bibliotecas sin papel ya están aquí

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Las bibliotecas sin papel ya están aquí

La Biblioteca de Alejandría fue una de las joyas del mundo antiguo, una vasta recopilación de toda la cultura de la época que fundó Ptolomeo I en el siglo III a.C. Cerca de un millón de manuscritos llegó a albergar esta colosal obra cuya destrucción es difícil de fechar. En la  actualidad, es la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos la que puede presumir de acoger el mayor número de volúmenes en todo el mundo. Cerca de 140 millones de documentos, 30 millones de libros o 470 idiomas reunidos en sus tres edificios son algunas de las cifras que describen esta institución.

En uno y otro caso, como en todas las bibliotecas que hemos conocido a lo largo de la historia, la imagen que tenemos de ellas es la de una inmensa colección de libros o manuscritos, una visión global del conocimiento de un tiempo concreto condensada en un único espacio. Pero ya podemos intuir cómo serán las bibliotecas del futuro o, al menos, las que proliferarán en los próximos años.

Es aventurado anunciar el fin del papel, evidentemente, no podemos negar que su atracción aún sigue viva y que son muchos quienes todavía prefieren sentir el tacto de las hojas a la hora de disfrutar de la lectura. Lo que es seguro, eso sí, es que en una era como esta propuestas como la que se va a poner en marcha en Bexar County, en el estado de Texas, dejarán de ser excepciones para convertirse en habituales. Ese será el lugar en el que se instale la primera biblioteca completamente digital de los Estados Unidos. Los usuarios ya no tendrán a su alcance libros físicos, sino que los volúmenes que podrán leer allí o llevarse en sus propios dispositivos serán todos electrónicos.

Propuestas más o menos parecidas ya son habituales en otros muchos rincones. En Valladolid conocemos la existencia en uno de los Centros Municipales de Lectura de la capital de una biblioteca virtual que aprovecha las ventajas de la tecnología para acercar el libro a los ciudadanos. Los usuarios pueden descargar un máximo de diez obras que se almacenan en sus dispositivos un máximo de dos semanas. Pasado ese tiempo, la versión electrónica desaparece de ellos.

En cualquier caso, lo cierto es que la forma en la que nos acercamos a la lectura, en general, ha cambiado desde la irrupción de los libros electrónicos o las tabletas que son también para millones de personas los soportes que emplean para leer. Y las bibliotecas, lógicamente, han dado los primeros pasos para acomodarse a esa nueva realidad.

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