Capítulo 1: inicio del Redlato de José Manuel de la Huerga

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Capítulo 1: inicio del Redlato de José Manuel de la Huerga

Este año, como al pasado, en Culturatic hemos puesto en marcha con la Feria del Libro de Valladolid el ‘Redlato’, una iniciativa literaria que se desarrolla al amparo de un blog, http://redlato.ferialibrovalladolid.es. En esta ocasión, el escritor que amablemente ha accedido a escribir las primeras líneas es José Manuel de la Huerga.

Aquí os dejamos el primer capítulo, que está pidiendo tantas posibles continuaciones como usuarios deseen participar:

Capítulo 1

Cualquier autobús urbano tiene algo de siniestro un domingo a la hora de comer. Si no fuera por el conductor, uno pensaría que viaja solo dentro de un vehículo automático que se desliza como fantasma por una ciudad de calles vacías. Tuve esta sensación inquietante hace pocos días, en el 7 que une el barrio Belén con Arturo Eyries.

Yo habría jurado que no viajaba ningún pasajero al subirme en la segunda parada, frente a la iglesia de la Pilarica. Me senté en uno de los asientos dobles del fondo, junto a la ventana y me dediqué a transitar mis habituales ensoñaciones. Pero cuando el bus cruzó la Esgueva, me sorprendió un llanto desbordado a mis espaldas. No me atreví a volver la cabeza, por respeto y ese pudor que a algunos nos invade todavía cuando presenciamos sin querer escenas de la vida privada de desconocidos. Una mujer lloraba con todo el dolor del mundo recogido en su garganta. Los murmullos de consuelo de su acompañante pespunteaban palabras que me costaba comprender. Necesité llegar hasta la Plaza de San Juan para reconstruir un poco de aquella historia trágica.

Lo que me maravillaba era su acento: parecía que hablara Cervantes, o Teresa de Ávila. Aquella señora hablaba un castellano de hacía quinientos años, y con igual entonación le respondía su amiga. Mencionaban lugares de la geografía de Valladolid que ya no existían. Se referían al Hospital de la calle Esgueva. En un principio creí que hablaban del Clínico, por la cercanía, pero no.

En el Hospital de Esgueva estuvo ingresada la protagonista. Un conocido médico portugués, un tal Andrés Proaza, estaba muy interesado en llevar su embarazo a feliz término, dadas ciertas complicaciones. Dos días pasó en el hospital, todo iba bien. En el parto fue atendida por el mismo doctor y una comadrona monja. Oyó llorar al niño, pero no le vio la cara.

Sin embargo, al día siguiente Proaza acudió personalmente a su cama, le cogió la mano y le dijo:

─ Como me temía, ha gestado un engendro de la naturaleza. Y como tal, nació muerto. Mejor será que no lo vea. Purifíquese cuando salga en San Martín. Vuesa merced es joven, puede tener más descendencia.

La mujer volvió a llorar, con más rabia. Estaba convencida de que su hijo estaba vivo. Ahora era tan vieja que había perdido la cuenta de los años, pero no había noche que no soñara con los ricitos de la nuca de su bebé. Y juraba que no moriría, aunque pasaran mil años, hasta ver a Proaza y a la monja entre rejas, y saber del paradero de su hijo…

José Manuel de la Huerga

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