Redlato: capítulo 28

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Redlato: capítulo 28

Nos vamos acercando a un desenlace. Por el momento, el capítulo 28 está servido:

Y diciendo esto, acercó su cara a la de Martín para susurrarle algo al oído. La cercanía de su rostro angelical. La frescura de su aroma que le recordaba al de las flores silvestres en la pradera de San Isidro. La suavidad de su voz y la calidez de su aliento tan cercano, dejaron al muchacho sin palabras, y hasta se diría que sin pensamientos.

Canales prestaba la máxima atención a la conducción del vehículo y por eso fue el único que no se dio cuenta del detalle.

Todos los demás, incluido Durruti, habían visto cómo crecía la simpatía que desde el primer momento se instaló entre los dos muchachos. Y ahora se mostraban curiosos y expectantes ante lo que parecían dos tortolitos. La cara de Martín, ruborizado y sumido en un atolondramiento inusual, expresaba claramente la importante confusión que reinaba en su cerebro.

El silencio se rompió con un bocinazo que sobresaltó a todos. Acto seguido, la camioneta efectuaba una brusca maniobra intentando evitar el atropello de una persona que cruzaba la calle sin mirar, haciendo que fueran a frenar contra una farola estruendosamente.

Se produjo un tremendo caos en el interior y, tras unos momentos de indecisión y comprobar que habían salido ilesos, se bajaron inmediatamente del vehículo para ver lo que había pasado. La gente empezó a arremolinarse en torno al accidentado grupo intentando, más que ayudar, resolver las incógnitas que a priori planteaba la heterogénea presencia de mecánicos, señorita, muchacho y cerdo.

No tardó en aparecer un policía municipal que, avisado por el tumulto y las insistentes bocinas de los coches atascados detrás, pudo ver al acercarse lo que supuso razón y causa del accidente que había producido tamaña algarabía.

-¿De quién es este animal? Espetó nada mas llegar dirigiéndose a un señor con boina.

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