Redlato: capítulo 23

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Redlato: capítulo 23

– Este cerdo pertenece a la congregación de las Hermanas de la Cruz- continuó la demacrada imagen de la Madre Superiora, con la cara ligeramente descompuesta por el ajetreo de aquella jornada. -Y el que ose negarlo se verá condenado a la excomunión. Y tampoco admitiremos limosnas a cambio.

Todos, salvo Martín y Pascual, se miraron perplejos, sin comprender aquella irrupción de un grupo de monjas y del amanuense del obispo. Y menos la firme sentencia que acababa de pronunciar la que parecía la abadesa.

Los empleados de Carrocería Molina comenzaron a rezongar, pese a la amenaza de la monja, sin concebir por qué aquella religiosa reclamaba la posesión de un cerdo que llevaba meses conviviendo con ellos, al que quisieron ajusticiar y por el que al final, y previa votación, habían llegado a un acuerdo monetario con la señorita adinerada de cabellos rubios y ojos azules.

De pronto, se vieron todos agarrando del dogal que pendía del cuello de Durruti, cual soga-tira, como si de aquella pugna resultase como ganador el legítimo dueño del cerdo.

Don Miguel carraspeó con fuerza, en ademán de hacerse oír entre semejante gallinero. Aquel era un claro ejemplo del pueblo llano de Castilla, en el que no se sentía ni mucho menos extraño, sino más bien le gustaba mezclarse, y que tantas veces relataría en sus novelas. Adoptó porte diplomático y con un tono rayano lo ceremonial, procedió a disertar un argumento que satisfaría los intereses de los presentes.

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