Redlato: capítulo 12

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Redlato: capítulo 12

Vamos con el capítulo 12 del Redlato. Está abierto el plazo para crear la continuación.

Pasito a pasito, con su gracioso trotar cochinero haciendo temblar sus jamones, Durruti alcanzó el Campo Grande. No hubiera imaginado el gorrino, ni en el mejor de sus sueños, un sitio mejor para camuflarse que aquel enorme jardín. Diseñado bajo los efectos de los ideales románticos, el Campo Grande parecía crecer descabalado, en un laberinto plagado de zonas umbrías por culpa de unos árboles de copas desatadas y enormes. Buen sitio para esconderse, debió pensar el marrano, que en un plis plas se hizo invisible a ojos de sus perseguidores.

-Cuando cojamos a ese maldito cerdo lo degollaré, y detrás irás tú como alguien se entere de esto y acaben por quitárnoslo -amenazaba Pascual a su compañero Martín, ambos con el resuello ahogado a la caza del animal.

-Déjalo, Pascual -interrumpió Martín haciendo un esfuerzo más para poder hablar.- Encontrémosle primero, antes de que esas monjas llevadas por el diablo convenzan al secretario del Obispo y se nos venga encima toda la Santa Madre Iglesia con arcángeles y coros celestiales.

-Sí, pero los dos juntos. No te pienso quitar el ojo de encima -concluyó Pascual, y se arrimó un poco más a Martín mientras ambos se internaban por la Puerta del Príncipe. Frente a ellos, el largo paseo central permanecía desierto, con la única vida de un pavo real que lo cruzaba y dos palomas picoteando migas debajo de un banco. Nada más poner el pie dentro del recinto notaron cómo el silencio se espesaba, el tiempo ralentizaba su marcha y la ciudad y sus ruidos se alejaban.

-Durruti, viejo amigo -pensó Martín en voz alta-, ¿dónde te has metido?

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